“El traje nuevo del emperador” es un cuento de
Hans Christian Andersen publicado en 1837 en el que el susodicho
emperador amante del buen vestir es engañado por un par de pícaros que le
cuentan que tiene una tela que sólo es visible para aquellos que son hijos de
su padre. Evidentemente el emperador no ve nada con el consiguiente susto y,
por supuesto, para que nadie sepa lo de su dudosa ascendencia dice ver la tela
que la pareja simula tejer. La voz corre, nadie la ve, pero todos afirman que
sí, el engaño es masivo. Y llega el día del desfile ante un pueblo silencioso
al que se le había avisado de la calidad de la tela. Y el emperador sale a la
calle con su nuevo traje hasta que un niño grita “¡Está desnudo!” y todo el
mundo ya con el velo quitado y entendida la estafa comienza a reírse humillando
al monarca.
Un bonito cuento que puede ilustrar lo que
Artur Mas está haciendo con la población de Cataluña con la diferencia que es
tejedor y emperador al mismo tiempo. Tejedor de una tela que oculta la realidad
de la Cataluña dels millors: 135.000 parados más que hace dos años (hasta
alcanzar los 800.000) la tasa de paro ha aumentado del 17% al 21%, Mas prometió
reducirla a la mitad. La promesa del pacto fiscal ha acabado en fracaso, no se
ha producido la reactivación económica prometida, las listas de espera han
aumentado un 43% y el 40% de los estudiantes universitarios han de pagar un 70%
de tasas más que hace dos años. Ni más ni menos que 24 meses de inutilidad e
inactividad salvo en lo que laminar los derechos y el estado bienestar se
trata.
Ahora dice que los ejes de la campaña electoral,
que se va a iniciar por su irresponsabilidad, en un ejercicio de camuflaje y desfachatez,
son la reactivación económica, el fortalecimiento del estado bienestar y, por
supuesto, la independencia, la tela que todo lo cubre y nubla el entendimiento
de la gente que, cómo dicen por ahí, el que no es independentista es un
traidor, y si es federalista, por poner un caso, imbécil. Así que Artur sale a
la calle amparado por sus voceros que, como en el cuento, admiraban la enorme
calidad de la tela, con su hermoso traje de mágico tejido repartiendo parabienes y jaleado por
todo el mundo no sea que se le adjetive de algo, eso hasta que alguna víctima
de las listas de espera, de los recortes en educación, alguno de los miles de
estafadores de la Pirmi, o alguien que pague por la tartera diga no que va
desnudo sino algo más descarnado: ¡Está en pelotas!