martes, 9 de octubre de 2012

Por qué soy Guevarista


Tal día como hoy 9 de octubre de hace 45 años era asesinado en la escuela de La Higuera (Santa Cruz, Bolivia) Ernesto “Che” Guevara. He de decir, para no pecar de falsa modestia, que como historiados he estudiado la figura de Ernesto Guevara en profundidad. Pero no quiero explicar su vida, bastantes lo han hecho ya en libros y películas y conocidos son sus viajes por Sudamérica, sus avatares en Cuba, su fracaso africano y la última campaña en Bolivia. Hoy quiero hablar de por qué soy guevarista.
Intelectual autodidacta lector empedernido forjo un pensamiento sólido cristalizado definitivamente en su viaje por Sudamérica, un viaje que le abre los ojos a las injusticias y le compromete en la lucha contra ellas con un punto de aventurero e idealista. Coherente siempre, contra  viento y marea, de una ética revolucionaria a prueba de todo, llega a la conclusión de que sólo un hombre nuevo podía lograr el ideal revolucionario. No era  bastante con la lucha armada, era necesario luchar para escapar a la hegemonía cultural del imperialismo y la reacción con la educación y la formación para traer la moral revolucionaria. El “Che” del trabajo voluntario que había de beneficiar a todos y que se alza como una utopía en nuestro mundo individualista y dominado por la economía que el concebía como instrumento humanista para mejorar la vida de todos, algo tan alejado del pensamiento económico que nos domina. El “Che” que decía que del imperialismo y de la reacción no debía fiarse uno “ni tantito así”. El que se dirigía una y otra vez a la juventud diciéndoles que eran la principal arcilla de la revolución. De su discurso en la ONU donde advirtió de “que los hombres y las mujeres de América Latina avanzaban por los caminos con sus cartelones y consignas advirtiendo en ellos sus sepultureros el capital monopolista yanqui”. El “Che” que concebía el estado como el garante del bienestar y que nada dejó a sus hijos porque Cuba se encargaría de todo. Y el “Che” que dijo que todos aquellos que sintieran el dolor de una injusticia propia o ajena eran pariente suyo. Pero también el “Che” de los juicios y ejecuciones en la fortaleza de “la Cabaña”, el que se deleitaba con el olor a pólvora, el que dijo que había que bombardear Estados Unidos durante la crisis de los misiles y el que apostó durante su estancia en la sierra que era capaz de dejar los calzoncillos de pie… y ganó. Y, por último el hombre que dijo a un joven Ziegler, hoy defensor de los derechos humanos desde la ONU, cuando se le ofreció para ir a la revolución, que su labor era luchar en la entraña del monstruo, y lo hizo señalando los bancos suizos.
El “Che”, el icono del siglo XX, millones de veces reproducida la foto e Korda de aquel 5 de marzo de 1960 cuando tenía 31 años y ya se había convertido en un mito y que se esgrime en cualquier manifestación como un amuleto contra la injusticia. Un hombre, con sus virtudes y sus defectos que los tuvo, y que tomó decisiones más que discutibles, pero con todo y a pesar de todo, en un mudo que se ha vuelto loco, en una Europa que no comprende nada en manos del conservadurismo más atroz y en una España que retrocede sin cesar y donde las injusticias y desigualdades son algo cotidiano, como digo, a pesar de todo lo que se le pueda achacar, dejadme que siga siendo guevarista. 

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